Amanecer de un viernes
cualquiera
perdiéndome en la
remembranza
de la noche anterior,
cuando tu boca tocó
mi lado más secreto,
cuando tibias lágrimas
mojaron las blancas sábanas
que nos rodeaban
como el refugio más puro
de los actos más impuros
y sublimes a la vez.
Madrugada apresurada
de deseo interminable,
cuando mis manos recorrieron
hasta el milímetro final
tus lugares dormidos
(en un cielo utópico)
que despertarían luego
con un grito de gloria
eterna
ahogado en tu garganta
que antes conservara
el sabor dulce y salado
que nadie más conoció
de mi mar extenso.
Y sólo deseo verte de nuevo
y tener la libertad
de explorarte cada vez
que quiera amar los
territorios
conquistados por mí;
y que a la luz del sol,
cuando el cansancio se haya
apoderado
de nuestras palabras,
solos en el silencio
contemplemos nuestros
templos
que serán reconquistados
en gritos ahogados
cada noche de jueves
de color vino tinto y fuego
encendido,
de aroma a dolor, gloria y
rabia incontenibles
tras la puerta cerrada –
pasado enterrado
en
nuestras espaldas.- Dhanaisha -
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