Sobre la puerta de la entrada de tu casa se encuentra una pincheta con
una rodaja de manzana y un papelito que dice, que las rebanadas de manzanas las
tendrá que comer e ir siguiendo las instrucciones de los mensajes.
Entra a la casa, pone sus llaves en el lugar habitual, coge una segunda
rebanada y la truena entre sus dientes para romper el silencio y avisar de su
llegada. Se quita la chaqueta y se acerca al aparato de música para comer una
tercera rebanada. Pone algo (lo que sea) y se va a la habitación a desvestirse
(ilusamente el pensaba encontrarla a ella en la habitación). Con una exaltación
en el ánimo toma una rebanada más de manzana que descansa sobre la mesa de la
ropa. Sale de la habitación descalzo, atraviesa el pasillo y entra en la
cocina. Sobre la mesa descansa una tetera llena de infusión de nurite, pero el
coge sólo la rodaja de manzana y el papelito. Lo lee, saca copas y una botella
de vino tinto. Sin dudar entra a la biblioteca y se encuentra con ella metida
en un vestido ligero color marfil descansando sobre su sillón de lectura. El
viento que entra por la ventana completamente abierta la despeina, y las últimas
luces del día le iluminan lo justo para distinguir que libro apunta su dedo.
Él deja la botella y las copas, sirve una para ella y se la entrega junto
con el libro ella abre una pagina cualquiera y empieza a leer. Se recuesta
sobre el sillón y levanta una pierna apoyándola sobre el descansabrazos. Lee en
voz alta tratando de armonizar con la música que se escucha en la sala de la
casa. Él, mientras tanto, va dibujando con sus dedos un camino de gotas de
vino, primero sobre los pies, luego las piernas de ella; se inca ante la
entrepierna de ella y le respira tratando de reconocer ese olor primitivo. Él
rescata una rebanada de manzana, la mete al vino para sazonarla y con un gesto
de dulzura la sumerge en la entrepierna de ella. Su respiración se detiene, sus
palabras se detienen. Él se pega al sexo de ella sosteniéndole el alma e
inundandola de placer. Ella sintiendo que cada bocado de manzana que el toma de
su sexo es como si le arrebatara una respiración atina empujarlo con el pie
cuando ya no queda nada más por ser devorado dentro de ella. Él cae de espaldas
sobre la alfombra, ella avienta el libro a un lado y gatea sobre sus piernas para alcanzar su sexo que desafiante apunta al
cielo. Ella con la más sincera de sus devociones se inclina para tomarlo en sus
labios comiéndole sin piedad. El le jala
dulcemente el cabello, la obliga a montarse en él mientras le da de beber de su
copa, que entre tanto movimiento hace una lluvia sobre sus cuerpos. Los gritos
de ella son cantos de sirena, capaces de hechizar a cualquier escucha que se
finja dormido. Ella toma por la cintura “muévete”. Ella como un canto que
envuelve el aire siente que él riega en sus entrañas luces de bengalas que
salen por la ventana de la biblioteca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario